Quizá empezó con una frase tan inocente como: “la próxima semana empiezo”. Luego vino un mes completo de excusas disfrazadas de compromisos, y sin darte cuenta, han pasado años. Años en los que ese sueño ha permanecido estacionado, guardado en algún rincón de tu mente, esperando a que tomes el valor de activarlo.
La postergación suele ser silenciosa. Al principio no duele. Incluso puede sentirse justificada: “Ahora no es el mejor momento”, “Primero tengo que resolver esto”, “No tengo lo que se necesita todavía”. Pero con el tiempo, ese pequeño aplazamiento se convierte en una carga emocional. Lo que comenzó como una pausa breve se transforma en una cadena invisible que nos ata a la frustración, la insatisfacción y el famoso “hubiera”.
Es normal que al comienzo no genere mayor incomodidad. Uno piensa que está ganando tiempo o esperando las condiciones ideales. Pero con el paso de los meses, e incluso los años, el aplazamiento va cobrando un precio emocional. Surge la incomodidad de saber que podrías estar más cerca, o incluso haberlo logrado ya. Aparece la molestia con uno mismo, la culpa de no haber sido constante, el peso de la incoherencia entre lo que quieres y lo que haces.
Y lo más triste es que los sueños, aquellos anhelos que alguna vez nos llenaron de entusiasmo, no están hechos para ser fuente de culpa. Están hechos para movernos, inspirarnos, darnos dirección. Si se están volviendo dolorosos, es señal de que ha pasado demasiado tiempo sin acción.
Este fin de semana puede ser el punto de partida. No necesitas tener todo resuelto, ni contar con todos los recursos, ni esperar a sentirte completamente listo. Solo necesitas empezar.
Haz un ejercicio simple, pero poderoso:
No subestimes el poder de los pequeños comienzos. Cada gran logro que admiras empezó con una decisión: alguien que también tuvo miedo, dudas y limitaciones, pero que decidió no dejar pasar otro día más sin actuar.
#Nep Tuit
Ese miedo nos frena muchas veces. Pero aquí va una verdad incómoda: no actuar también tiene consecuencias. Postergar no es neutral. Cada día que pasa sin actuar es un día perdido en dirección a lo que sueñas. El tiempo no se detiene a esperarte. Pero tú sí puedes detenerte, reflexionar y volver a empezar.
No tienes que hacerlo todo hoy. Solo necesitas empezar algo. Lo que sea. Porque una vez que entras en acción, la motivación aparece. La claridad llega. Y tu autoestima se fortalece porque comienzas a ser coherente contigo.
Vuelve a conectar con esa versión de ti que soñaba sin límites. La persona que todavía vive dentro de ti y que cree en un futuro mejor. Esa persona no ha desaparecido, solo ha estado esperando que le des permiso para avanzar.
Haz del “comenzar hoy” un acto de valentía. Porque lo es. Vivimos en un mundo que nos llena de distracciones, urgencias y excusas bien maquilladas. Por eso, tomar acción es rebelarse contra la inercia. Es una declaración poderosa: “Mi vida me importa, y no voy a esperar más para construirla”.
Hoy puede ser el primer día del resto de tu vida. No necesitas tener certeza de todo, solo la voluntad de dar un paso.
Comienza hoy.
No porque sea fácil.
No porque estés completamente preparado.
Sino porque tu sueño lo merece.
Y tú también.
¡Compartir es ayudar! Difunde esta entrada en tus redes
Neptalí Castro
Facilitador Principal
Nep
Hola, ¿cómo puedo ayudarte hoy?